martes, 17 de agosto de 2010

Primer trabajo parcial


Ética y educación, mancuerna del cambio


Resumen

Este ensayo tiene como punto de partida una definición global del significado de la ética y de cómo ésta puede influir en los cambios sociales. Se basa en la idea central de que los principios éticos que permiten evolución en las sociedades se incrementan a partir de que la población tiene mayor escolaridad. No obstante que la escuela es un lugar idóneo para transmitir valores y debatir cambios, también requiere que sus procesos se fundamenten en acuerdos éticos. El trabajo concluye con una propuesta acerca de cómo establecer estos acuerdos.

Sumario.- A modo de introducción, 1. Aspectos conceptuales; 2. Marcaron cambio; 3. Educar con ética; Conclusiones; Referencias.

A modo de introducción
Todas las personas distinguimos entre el bien y el mal; la moral es fuente del Derecho y de la estructura jurídica de la sociedad moderna, y la civilidad es inexistente en una cultura sin libertades y con imposiciones ideológicas. Estas premisas, que en su lectura parecen simples y que las escuchamos con frecuencia, en realidad nos enseñan que es imposible evolucionar con anarquía.

El mejor punto de partida para la convivencia armónica entre individuos es que las sociedades, además de sus leyes, acuerden comportamientos mínimos de ética y de respeto. ¿Cómo establecer ese punto de partida? Con la educación, ya que constituye por sí misma el factor de cambio y porque su misión es, como dice Morín (1999), enseñar la comprensión entre las personas como condición y garantía de la solidaridad intelectual y moral de la humanidad.

En ese sentido, el propósito esencial de este ensayo es hacer una breve reflexión de cómo en la medida que las sociedades se educan, las libertades se extienden y los vicios sociales disminuyen; citaremos algunos ejemplos históricos que así lo demuestran. No obstante, los espacios de la educación (escuelas, universidades, bibliotecas, salones de clase, entre otros) también deben regirse con principios elementales de ética y valores universales, para que su cometido sea exitoso.

1. Aspectos conceptuales
Lingüistas, filósofos y otros expertos coinciden en que tanto la ética como la moral son términos de igual significación; por años, la ética ha sido distinguida como la disciplina que analiza las diferencias fundamentales y básicas del bien y del mal. Sánchez Vázquez (1977) la ha definido como una teoría que explica el comportamiento moral de los hombres en sociedad.

En concordancia, pero de manera más específica, Brajnovic (1978) dice que la ética estudia los valores, la vida y la conducta moral de las personas y sus comunidades. Finalmente, Uribe (1984) analiza que la moral forma parte de la conciencia social y la ética debe ser entendida en función del desarrollo histórico.

El análisis de estos conceptos nos dicen que son innumerables los momentos sociales que nos muestran que cuando las sociedades transforman sus valores, los cambios son inminentes tanto para bien como para mal. Rojas (1992) es esperanzador cuando argumenta que una política de civilización y una reforma del pensamiento, es decir, el verdadero humanismo, reducirían la ignominia en el mundo.

Está en los padres de familia, docentes, comunicadores, profesionistas, y quienes tenemos bajo nuestra responsabilidad la convivencia con niños y jóvenes, orientarlos hacia ese cambio humanista. La escuela constituye una tribuna llena de posibilidades.

2. Marcaron cambio
Libertades que ahora gozamos con asombrosa naturalidad tuvieron momentos de dolorosa transformación, entre ellas el derecho de las mujeres al voto, la defensa de los derechos humanos y de los derechos civiles, en fin entre muchas otras garantías que ahora no sólo se encuentran bajo una estructura jurídica sólida, sino que se rigen con principios éticos intrínsecos.

Algunas de esas luchas que marcaron nuestros derechos se iniciaron a partir de un cambio social en los valores y en las visiones culturales en momentos determinantes. En un repaso por algunas de esas situaciones históricas que generaron transformaciones en las sociedades, principalmente en la segunda mitad del siglo XX, nos hace ver que coincide con el impulso de políticas educativas más equitativas.

Por ejemplo, la experiencia de la Segunda Guerra Mundial nos muestra que la masificación de la información generó nuevos valores en las sociedades, porque si bien los medios distorsionan realidades, también socializan las injusticias mediante la noticia. A través de la radio, en los cincuenta se impulsaron protestas públicas internacionales ante xenofobias, colonialismos y racismo, protestas que además surgían en el seno de movimientos estudiantiles.

Dice Uribe (1984) que fue a partir de esa época cuando surgieron nuevas responsabilidades hacia los derechos individuales. Pese a la Guerra Fría (o quizá por ella) se crearon organismos internacionales para intentar generar vínculos de comprensión entre culturas y naciones.

De esta forma, a través de organizaciones como las Naciones Unidas, se abrió la posibilidad de hacer viables inquietudes sociales en normas morales, similares a gran número de países. Es lo que Morín (1999) refiere cuando dice que comprender incluye un proceso de empatía, identificación y proyección, ya que genera apertura y generosidad. En este proceso de comprensión, los valores, creencias, usos y costumbres permiten confluir hacia metas comunes.

Fue también a partir de la segunda mitad del siglo XX cuando se crean, en el ámbito internacional, el mayor número de escuelas, universidades y todo tipo de centros educativos; es cuando la educación queda enmarcada en los Derechos del Hombre como una garantía individual y que, en el caso de México, se plasmó tres décadas antes en el Artículo Tercero Constitucional.

No hay que soslayar que, a pesar del gran trayecto que aún falta por recorrer, las sociedades tienen cada vez más acceso a los servicios educativos y que más allá de una simple coincidencia, en la medida en que hay más posibilidades de acudir a las escuelas, la discusión en torno al respeto a la libertad del otro también se hace presente.

Ahora están en el tintero social temas como el derecho de la mujer a abortar, de las personas a decidir su sexualidad, a exigir transparencia, a respetar el ambiente, entre otros temas que, incluso, estaba prohibido que se hablara de ellos en los centros escolares. Como lo destaca Edgar Morín (1999) la incomprensión produce tanto embrutecimiento que ésta, a su vez, produce incomprensión.

Estos ejemplos muestran que la conciencia ética no sólo se encuentra en los individuos, sino también en la convivencia social y que los cambios ocurren a partir de la suma de individualidades.

3. Educar con ética
Si bien la escuela no constituye el único medio para lograr el cambio, tampoco debe hacerse a un lado su nivel de importancia. Según un estudio que recientemente presentó el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (2010), los estudiantes de tercero de secundaria que mostraron mejores resultados en Formación cívica y ética (22 por ciento), son quienes tienen un mayor dominio de conceptos como tolerancia, respeto y civilidad. De acuerdo con esta evaluación, más de la mitad de los alumnos identifica los valores como necesarios para crear un buen ambiente familiar y una mejor convivencia en sus comunidades.

Esta evaluación, realizada en 2008 a una muestra nacional, dice que el acercamiento de los jóvenes hacia una distinción de los valores éticos y cívicos, genera en ellos el interés por contar con espacios de discusión y una mayor actitud ante situaciones diversas.

No obstante, vivimos en una sociedad en transición y aunque la frase parece un lugar común, en realidad encierra una gran profundidad en su análisis. Dice Ernesto Rodríguez (s/f) que los cambios generan vacíos y una educación capaz de enfrentar los retos del mundo contemporáneo, requiere asumir el propio reto de transformar sus estructuras.

La escuela está inmersa en la transición y está cargada de un sentido contextual; debe luchar contra inercias que hacen a un lado la promoción de valores. Asimismo, la educación y la ética están estrechamente ligadas porque uno de los sentidos del aprendizaje es preparar a los niños y jóvenes para que se enfrenten y mejoren el mundo que los rodea.

Por lo tanto, la escuela reproduce también los problemas sociales; es frágil a la devaluación de principios y genera vicios en sus procesos. Rojas (1992) cita un ejemplo común: el plagio como práctica cotidiana que comenten todos los actores escolares y, en muchas ocasiones, sin plena conciencia de ello.

Una acción tan sencilla como el no dar crédito al trabajo ajeno puede diluirse mediante la enseñanza de principios éticos. Para que en los niveles medio y universitario se destierre poco a poco esta práctica, que además de deshonesta hace a un lado toda posibilidad reflexiva, deben establecerse cursos propedéuticos dirigidos a estudiantes y docentes en los que se concientice, aunque sea un poco, sobre el valor de expresarse con ideas y pensamientos propios.

Educar con ética permitirá que las sociedades progresen y que tenga sentido la discusión de cualquier fenómeno. No me refiero a impartir la ética como materia o como parte de un programa de estudio, sino como un principio insoslayable y siempre presente en las escuelas. Que los docentes de los distintos niveles educativos discutan los objetivos de su trabajo y le encuentren una orientación con fundamentos éticos; que acuerden lineamientos conjuntos y vigilen su cumplimiento.

Ir más allá de lo individual; crear una defensoría de valores en materia educativa, en la que se denuncien actos contrarios a todo principio elemental y que esté coordinada por un ombudsman nacional y sus equivalentes estatales. Es urgente que exista un lugar adecuado para la denuncia y la recomendación.

Lejos de las múltiples críticas que se hacen en torno al sistema educativo nacional, es imperativo que en cada escuela, sus docentes discutan lo mínimo para hacer un trabajo honesto, que fomente el respeto entre compañeros.

Esto traerá, como efecto dominó, desarrollar autonomía en los alumnos, que les permitirá reflexionar acerca de la importancia que tiene asumir responsabilidades. Ha sido mediante personas pensantes como los valores se transforman, evolucionan y trastocan en beneficio de las comunidades.

Para interiorizar el comportamiento ético que nos exige la sociedad actual, es indispensable desarrollar una gran comprensión de lo humano (Morín, 1999). Así que para promover la conciencia ética entre docentes, es necesario prepararlos para que se mantengan abiertos para escuchar las aportaciones de sus alumnos aún cuando sean antagónicas o equivocadas. Es un paso para enseñarles que la construcción común es más fructífera que la individual.

Mendoza (2005) opina que al alumno hay que enseñarle constantemente los códigos del deber ser para que, por él mismo, sea capaz de tomar la decisión de lo que considere correcto y legítimo, de manera autónoma.

El punto de partida para la conformación de mínimas condiciones de ética entre docentes y alumnos es entender que el desarrollo integral de una persona sólo puede darse tomando en cuenta sus valores y creencias personales. Así como se discuten planes y programas de estudio, pueden establecerse principios de mínima civilidad escolar, aplicables a todos.

Conclusiones
Problemas globales requieren de soluciones integrales; la falta de valores morales y éticos en las sociedades limita sus posibilidades de discusión y transformación. En la medida que las comunidades tengan conciencia de sus males, lograrán acuerdos. Es así como la moral se convierte en una fuente del Derecho.

Esta discusión y este análisis de principios morales están estrechamente ligados con la educación. Muchos temas que eran tabú social, se han ventilado en diversas sociedades a partir de que los niveles escolares de sus poblaciones se incrementaron. La escuela constituye un medio para socializar valores morales y éticos entre los individuos.

Sin embargo, al estar inmersa en sociedades determinadas, la escuela también padece de las inercias de su entorno; no está exenta de los vicios y problemas comunitarios. Es momento de analizar códigos de conducta y ética en todos los niveles escolares, que sean acordes a sus actores: directivos, supervisores, funcionarios, estudiantes, docentes y padres de familia.

Aunque es necesario establecer estas normas de ética comunes, no es una medida suficiente. Es recomendable que se cuente con un organismo que guíe esta tarea y gire recomendaciones para una mejor actitud al interior de las escuelas. Queda pendiente determinar a quién le corresponde iniciar esta cruzada. El ámbito universitario sería una buena alternativa.

Referencias:

Brajnovic, Luka. (1978). Deontología periodística. Pamplona: Editorial Eunsa.

Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, (2010). El aprendizaje en tercero de secundaria en México. Informe sobre los resultados de Excale 09, aplicación 2008. Serie Resultados de aprendizaje. México. Recuperado el 10 de agosto de 2010, de: http://www.inee.edu.mx/index.php/publicaciones/informes-institucionales/resultados-de-aprendizaje/4539

Mendoza Pérez, Yeny. (2005). El valor de los valores. Observatorio Ciudadano de la Educación, México. Recuperado el 5 de agosto de 2010, de: http://www.observatorio.org/colaboraciones/2005/ETICA%20Y%20VALORES%20EN%20EDUCACION%20-%20Yeny%20Mendoza%2012%20may%2005.html

Morín, Edgar. (1999). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Chile: Librería El Correo de la UNESCO.

Rodríguez Moncada, Ernesto. (s/f) Educación, ética y democracia. OEI. Recuperado el 2 de agosto de 2010, de: http://www.oei.es/valores2/rodriguez.htm

Rojas Soriano, Raúl. (1992). Formación de investigadores educativos. México: Editorial Plaza y Valdés.

Sánchez Vázquez, Adolfo. (1972) Ética. México: Editorial Plaza y Valdés.

Uribe, Hernán. (1984). Ética periodística en América Latina. México: UNAM.

1 comentario:

  1. Buen ensayo e interesante el punto de vista. Hace falta afinarle la redacción, aunque me parece bastante comprensible.

    Saúl Gómez... desde Caracas.

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